#volverpronto, sin ti no queremos estar #todoestarábien
22/03/2020
#devueltas
Hoy es domingo y yo voy a la oficina.
En Nerviano el único coche que circula es el mío, entro en el edificio lateralmente con mi placa y mientras camino por el pasillo, mis pasos resuenan. Todo está tranquilo y suspendido.
Paso por delante de la entrada a la fábrica, y decido echar un vistazo a los departamentos. Atravieso la puerta de metal que ruega a los transeúntes que la dejen cerrada, me pongo auriculares y calzados y entro en la fábrica. De las claraboyas entra bastante claro para que yo pueda ver; las siluetas de los silos, de los bidones y de las maquinarias me miran mudas, parecen figuras sentadas a esperar. De vez en cuando, el silbido de un espía proveniente de quién sabe dónde atraviesa la atmósfera amortiguada, como una llamada a la que nadie responde. Voy a la izquierda, empujo para mover la puerta a lo largo de su vía y pasar, me meto rápidamente en el otro lado antes de que su azul vuelva a caer terco en su hogar. El departamento de relleno está inmóvil, vacío, melancólico.
La fábrica inmóvil parece llorar de soledad.
Recorro todo el anillo, hasta el almacén IN con sus cartones, hay cajas ordenadas de productos terminados que esperan con paciencia las manos de Emiliano. A través de otra pesada puerta, hasta el departamento de fabricación, y luego de vuelta a las oficinas.
El sonido de mis pasos me sigue mientras camino lentamente hacia la recepción, los teléfonos están inusualmente mudos. Miro en todas las oficinas y veo sillas vacías, docenas de publicaciones, títeres durmiendo junto a las computadoras, pizarras con notas incomprensibles, mechones y prototipos por todas partes.
Todo me habla de presencias numerosas, de actividades frenéticas, de ideas y de trabajo. Pienso en las voces de las personas que se saludan, en los gritos del final de turno desde los vestuarios, en la música de Augusto, en el ir y venir incesantes de las señoras alrededor de la sala técnica.
Subo las escaleras, voy hacia la izquierda. Espero a Vanessa siempre sentada en su asiento, pero hoy no está. Un poco más lejos, el mapa del mundo observa desde su marco tres puestos huérfanos.
Voy a dar unos pasos más e ir a la oficina de CS. El recipiente del agua emite repentinamente sus burbujas sordas, como si fueran un hipo: también a él le faltan Simona al teléfono que niega una excepción a Ugo, y Antonella se inclina sobre las órdenes. Parece escuchar las respuestas listas de Elisa, Deborah e Ilaria. Las hojas sobre las mesas, los faldones, la impresora, todo está suspendido e inmóvil.
Finalmente me siento con mi escribana, hago lo que tenía en mente y decido volver a casa. Fuera es casi primavera, los primeros insectos se persiguen en el aire, pero yo estoy pensativa. Creo que este edificio no sabe nada sin la gente que lo anima. Pienso en los colegas obligados por esta emergencia a mantenerse alejados, a suspender el trabajo. Pienso en cómo se puede sentir la peluquería forzada a cerrar su negocio. Nuestros productos no son nada sin los clientes que los utilizan, y todos los edificios del mundo son cáscaras vacías cuando no hay quien las llene de su propio compromiso y de vida.
Hay una palabra que expresa lo que siento por los colaboradores, los clientes y nuestros socios en muchos países del mundo, y es la fraternidad: esta inesperada crisis ha puesto de manifiesto la importancia, la inevitabilidad y la belleza de pertenecer a una comunidad, Y con eso de tener un destino común. El mensaje que quiero lanzar es de esperanza, porque con el compromiso de todos este momento pasará y nosotros podremos volver a ocuparnos de lo que nos hace libres y nos da ciudadanía en el mundo: nuestro trabajo.
#Volved pronto, sin vosotros no queremos quedarnos, y recordad que #todoestarábien